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DEMÉTER Y PERSÉFONE

Una buena mañana, estaba Kore recogiendo florecillas por el prado cuando su tío Hades, dios del Averno, la raptó y se la llevó a su reino de los muertos. Al parecer, Hades había consultado con su hermano Zeus la posibilidad de contraer matrimonio con ella, pero Zeus, temeroso de que a la madre de Kore, Deméter, no le agradase la idea de que su hija viviese en el Inframundo – lo que supondría no volver a verla -, no le dijo ni que sí ni que no, sino que habría que verlo o algo así. Así que Hades la raptó, lo que venía a ser una ceremonia de petición de mano (con el sí asegurado), como ha sido aquí mismo hasta no hace mucho.

Pero a la madre de Kore no le sentó nada bien. Deméter anduvo nueve días y nueve noches buscándola y llamándola sin cesar. El décimo día llegó a Eleusis, cerca de Atenas. Los reyes la acogieron con hospitalidad y le confiaron a su hijo bebé Demofonte. Como muestra de agradecimiento, Deméter quiso hacer a Demofonte inmortal, nada menos. Sería por medio de varias sesiones de sometimiento al fuego, con el fin de quemarle la mortalidad que tenía. Desgraciadamente, la reina Metanira la sorprendió en una de esas sesiones, gritó – como es lógico – e interrumpió el proceso mágico, con la consecuencia de la muerte del niño. Deméter perdió su trabajo de nodriza. No su buena disposición: para compensar en la medida de lo posible la desgracia de la muerte de Demofonte instruyó a Triptólemo, otro hijo de los reyes de Eleusis, en el arte de la agricultura. Triptólemo fue quien difundió la agricultura por el mundo, que no la conocía.

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Poseidón - después de terminar su amorío con Pélope, que, reconstruido por los dioses después de haber sido troceado y cocido por su padre, Tántalo, había salido mucho más bello de lo que era antes - se había obsesionado con ella y la perseguía con el fin de tener relaciones sexuales. Consiguió violarla convertido en caballo, tras averiguar que ella se había convertido en yegua para esquivarlo.

Por supuesto, durante ese tiempo no florecía ni una sola planta ni daba fruto ninguna flor ni germinaba ninguna semilla ni paría ninguna res ni ninguna mujer. El mundo estaba muerto, porque Deméter es la diosa que se ocupa de la fertilidad y la feracidad y, mientras andaba pendiente de la desaparición de su hija, nada de lo suyo funcionaba. Tanto los dioses como los mortales estaban más que preocupados.

Menos mal que Triptólemo proporcionó una buena pista: su hermano Eubuleo, que cuidaba cerdos, vio un día cómo se abrió una grieta en la tierra y se tragó a su piara entera, y cómo después un hombre en un carro, agarrando por el brazo a una joven, también se sumergía en la grieta. Para Deméter quedó claro: Hades se había llevado a Kore – que empezó a llamarse Perséfone – a su reino. Se propuso no regresar al Olimpo y no permitir que la tierra volviera a ser fértil hasta mientras no le devolvieran a su hija. Zeus entonces convenció a Hades para que devolviera a la chica. Pero cuando ya Perséfone estaba regresando, un jardinero se chivó de que había comido siete granos de una granada. Quien acepta comida en el Reino de los Muertos ya no puede regresar al reino de los vivos, como quien acepta asiento o cerveza o que le laven los pies. Ya lo hemos visto.

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