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EVA

En el Jardín del Edén había al menos dos árboles interesantes y apetecibles: el de la ciencia del bien y el mal y el de la vida eterna. Yahveh había hecho brotar toda clase de árboles y plantas bonitos y de sabrosos frutos en el jardín donde quiso hacer habitar al hombre y en el medio puso el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Puso a disposición de Adán todas las plantas del jardín, pero excluyó expresamente los frutos del primero, del árbol de la ciencia del bien y del mal. Del segundo, del árbol de la vida, no dijo nada en esta ocasión.

En Mesopotamia, el pescador Adapa, enojado porque el Viento del Sur, Ninlil, le hubiera volcado la barca, le cortó las alas al Viento, impidiéndole soplar durante seis días. Anu, el dios supremo, le llamó ante él con el fin de aclarar los hechos y entonces Ea-Enki, el dios subalterno que le había creado, le advirtió: “No comas del fruto que te ofrecerá, porque morirías.” También le aconsejó que se presentase despeinado y con ropas sucias, y que, cuando Dumuz y Gizzida le preguntasen, en la puerta del Cielo, por qué llevaba ese aspecto tan lastimero, les respondiera que estaba muy triste por dos dioses que se habían ido de Eridu, que se llamaban Dumuz y Gizzida. Así, halagados, defenderían su caso ante Anu. Gizzida, o Ningizzida o Ningishida, era un dios o diosa – los expertos no se ponen de acuerdo en esto – serpiente que, junto con Dumuz, custodiaba la puerta del Mundo de los Dioses. Se le – o la – conoce como ”Señor(a) del Árbol de la Vida”.

La serpiente, “el más astuto de los animales”, preguntó a Eva cómo era posible que Yahveh les hubiera prohibido comer el fruto de cualquier árbol del jardín. Eva le respondió: "Podemos comer de todos los árboles excepto del que está en el centro del jardín, porque moriríamos." Yahveh le había dicho a Adán que no podía comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, pero, al parecer, Eva solo sabía que no podía comer del árbol "de en medio". Aunque los dos árboles – el de la vida y el de la ciencia del bien y del mal - estaban en medio del jardín, parece que tanto Eva como la serpiente sabían de cuál hablaban. La serpiente le explicó de qué se trataba: "No moriréis. Dios sabe muy bien que el día que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal." En ningún momento la serpiente incita a Eva a comer del árbol de la vida. Eva comió, en fin, del árbol del bien y del mal y dio de comer a Adán. El Génesis no dice si le comentó qué le estaba dando de comer o si solo le ofreció el fruto, sin explicaciones.

No murieron. Entonces. Pero se dice que desde entonces los hombres morimos, por culpa de ese malentendido.

Enki hizo esta advertencia a Adapa pensando que Anu le iba a ofrecer un alimento mortal. Pero Anu, gratamente sorprendido por la sinceridad de Adapa, le ofreció el fruto de la inmortalidad. Adapa fue obediente a su creador – que, todo sea dicho, era el más ingenioso de los dioses -, rehusó comer y así la Muerte continuó esperándole como tenía previsto.

No sabemos ni por qué Yahveh no mencionó a Adán el árbol de la vida ni por qué la serpiente no sedujo a Eva para que comiera de este. Tal vez fuera un árbol secreto y tampoco la serpiente lo conocía. Tal vez el árbol del bien y del mal fuera un primer paso imprescindible para acceder al de la vida. Tal vez la serpiente incitó a Eva a comer del árbol de la ciencia del bien y del mal precisamente para que no comiera del árbol de la vida. En muchas culturas – con su correspondiente mitología o sin ella – la serpiente se considera casi inmortal debido al hecho de que cambia de piel: se supone que la muda de piel le despoja de la ancianidad y la devuelve a la juventud, de modo que nunca muere de muerte natural, hay que matarla o sigue viva eternamente. Y existen, como veremos, muchos mitos que explican que esa inmortalidad de la serpiente la conquistó engañando al ser humano para obtener ella la que estaba destinada a este último.

El caso es que cuando Yahveh se enteró de que su prohibición había sido conculcada, primero les interrogó como si no supiera nada, como si estuviese convencido de que iba a recibir una explicación clara y convincente. (La misma táctica de interrogatorio que después emplearía cuando Caín matara a su hermano.) Pero ambos intentaron escurrir el bulto: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí”, dijo Adán. Eva, menos hábil que Adán en el arte de buscar excusas y descargar las culpas en otros, en vez de decir “La serpiente que tú creaste me sedujo y comí” se limitó a acusar a la serpiente: “La serpiente me sedujo y comí.”. Se olvidó de recalcar, al contrario que Adán, que había sido precisamente Dios, quien la interrogaba, quien había creado a la serpiente. (Quizá, al haber sido creada después que los animales, no se había informado acerca del origen de estos.) Entonces Yahveh se acordó del segundo árbol interesante y apetitoso: "¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros [¿a quiénes se refiere con ese plural?}, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue la mano y tome también del árbol de la vida y, comiendo de él, viva para siempre." Y para que este temor no pudiera hacerse realidad los expulsó del Paraíso y puso "querubines y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida”.

Castigó también a la serpiente a arrastrarse por el suelo; a la mujer, a estar sometida al hombre y a parir con dolor; y al hombre, con trabajar el campo y ganarse el pan con el sudor de su frente.

En realidad, Eva estaba sometida a Adán desde su nacimiento, que se produjo a partir del propio cuerpo de él. Adán era tanto padre como madre de Eva. Nacer del cuerpo de un dios varón no es algo tan particular como pudiera pensarse. A la hora de buscar paralelismos en otras mitologías, suele citarse el caso de Enki-Ea, el dios sumerio-acadio y la creación de la diosa Ninhursag. Pero en realidad este mito lo que cuenta es que Ninhursag creó a ocho dioses capaces de curar los ocho males que podría padecer Enki. Uno de ellos es el dolor de costillas.

“¿Qué te duele, hermano mío?”

   - ¡Me duele la cabeza!

   - ¡Ah, bien! (Por este motivo) yo he creado, para ti, al dios Aba.ú!

   - ¿Qué (más) te duele, hermano mío?

   - ¡Me duelen los cabellos!

   - ¡Ah, bien! (Por este motivo) yo he creado, para ti, a la diosa Ninsikila!

(…)

   - ¿Qué (más) te duele, hermano mío?

   - ¡Me duelen las costillas!

   - ¡Ah, bien! (Por este motivo) yo he creado, para ti, a la diosa Ninti!

Olvidando el detalle de que el nuevo ser surja de una costilla, de un hombro o de la parte del cuerpo que sea, en la mitología griega encontramos otros seres – aquí, dioses – nacidos de otro dios varón. Dioniso nació de un muslo de Zeus. Lo iba a parir Sémele, una mortal amante del dios, pero Hera, celosa como siempre, se disfrazó de anciana y fue a verla para convencerla de que exigiera a Zeus mostrarse en todo su esplendor. Según unos, para asegurarse de que no era un monstruo; según otros, para asegurarse de que no era un simple ser humano. Sémele murió por hacer caso a Hera: no pudo soportar la magnificencia del Señor del Olimpo. Sin embargo, Hermes tuvo tiempo de extraer el feto y coserlo a un muslo de Zeus, de donde nacería un tiempo después.  Atenea, por su parte, nació de la cabeza de Zeus. Zeus se había tragado a Metis – embarazada de él - por un presagio que decía que de ella nacería, después de la primera hija, un hijo rey de los dioses y los hombres. Dice Hesíodo: “Pero antes de eso, la encerró Zeus en su vientre, con el fin de que la diosa le diera la ciencia del bien y del mal.” La ciencia del bien y del mal.

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Se puede objetar que estamos comparando dioses con mortales, pero a esta objeción se le puede responder que Adán, por su relato y por sus atributos, semeja mucho más un dios que un humano al contemplarlo en una perspectiva que abarque distintas mitologías. Baste mencionar, de entre lo poco que habla de él el Génesis, el hecho de que pusiera nombre a los animales. Aquí sí que recuerda a Enki, que creó a los animales y a los humanos. El proceso de creación en el mito hebreo se basa en la palabra. Yahveh no piensa, decide, considera o desea que sea creado algo: lo dice. Le da nombre a las cosas, a los seres, a los fenómenos, y gracias a eso empiezan a existir. Cada versículo de los que narran la creación comienza con las palabras “Dijo Dios…” y así es como se crean todos los seres del mundo, al haber sido dicho por Dios que existan. Adán se limita, según nos dice el Génesis, a poner nombre a los animales ya creados por Dios, pero sabemos que entre los siglos VIII y VI a. de C. se impuso el monoteísmo entre los judíos, con una correspondiente reelaboración de los textos sagrados acorde a los nuevos principios. Según Mark S. Smith – en The Origins of Biblical Monotheism – antes solo los reyes estaban hechos a imagen y semejanza de los dioses. Al modificar el relato para hacer que la humanidad fuese quien estaba creada a imagen de Dios se abrió la puerta a la posible existencia de un Dios de todos los pueblos y razas, es decir, a la existencia de un Dios único. Quizá el recuerdo de que Adán puso nombre a los .

animales sea un vestigio de un dios que creó los animales; quizá el hecho de que Eva surgiera de Adán sea el vestigio de una tradición anterior en la que creó a la madre de todos los seres humanos.

Claro, que esto es en el capítulo I; en el II – cuando el hombre les da nombre a los animales – las cosas suceden de otra manera

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