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EVA ES UN PERSONAJE DEL GÉNESIS

Eva es un personaje del Génesis, el libro que da comienzo a la Biblia. Se estima que las primeras redacciones datan de cerca del 950 A.C. y que se siguió corrigiendo hasta el 450 A.C. Siempre dando por supuesto que lo que se escribía provenía de una tradición oral anterior en siglos o incluso milenios, como se supone para todos los libros sagrados de diferentes culturas. Nadie piensa que un escritor se puso un día a elucubrar cosmogonías y vidas de dioses y patriarcas.

El Génesis empieza con la creación de la luz; la creación del firmamento, situado entre las aguas de arriba y las de abajo; la acumulación de las aguas por debajo del firmamento en un único conjunto, que dejase ver lo seco; el nacimiento de la vegetación, los luceros en el firmamento; la creación de los grandes monstruos marinos y de todo animal viviente; y la de las alimañas. Y, por último, la del ser humano:

“Y dijo Dios: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen [otra vez el plural, ¿quiénes eran ellos, a los que no debía asimilarse el hombre al comer el fruto del árbol de la vida y a cuya imagen debía ser creado?], como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres y en todas las sierpes que serpean por la tierra.

Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya.

A imagen de Dios le creó,

Macho y hembra los creó.”

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Sin embargo, en el capítulo siguiente, que es el segundo, Dios crea al hombre a partir de polvo del suelo, insuflando en sus narices y su boca aliento de vida. Y, después de haberlo creado, se dice a sí mismo: “No es bueno que el hombre esté solo”. Así que, también con barro, modeló lo todos los animales (que ya había creado de la nada en el capítulo I). Le dijo al hombre que les pusiera nombre, y el hombre así lo hizo, pero al terminar se dio cuenta de que todas las especies constaban de macho y hembra que se complementaban y, sin embargo, él no tenía “una ayuda adecuada”. Cierta tradición judía considera que Adán copuló con todas las hembras que Dios había creado antes de llegar a esta conclusión.

Entonces Dios le durmió, le quitó una costilla, rellenó el hueco con carne y de la costilla formó una mujer. Cuando se la presentó a Adán, este dijo: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne.”

Tal afirmación dio pie a la generación de la leyenda judía de Lilith, una supuesta primera mujer de Adán que le habría abandonado por no querer someterse a él. Lilith sería una antiEva, una diosa de la noche y de la libertad sexual. Se verá.

Esta aparente contradicción entre los capítulos primero y segundo del Génesis lo resuelven algunos exegetas de una manera muy sencilla: bastaría con incluir entre el primer relato de la creación del hombre y el segundo una sencilla frase, tal que: “Y ahora veremos cómo los creó”. El segundo capítulo sería el detalle del primero, su desarrollo.

Pero lo cierto – como reconocen todos los especialistas judíos y cristianos – es que el Génesis proviene de dos tradiciones hermanas aunque diferentes: la que llama a Dios Yahveh y la que lo llama Elohim. Como si se hubiesen reunido sacerdotes de dos sectas y hubiesen pactado un texto refundido. El primer capítulo es de la fuente – quizá texto – elohímica; la segunda, de la yahvíhtica. Ni Yahveh ni Elohim es el verdadero nombre de Dios. El nombre de Dios no lo conocemos. Por eso le llamamos “Dios”. (Dentro de la leyenda de Lilith, se cuenta que consiguió escapar del Edén pronunciando el verdadero nombre de Dios, lo que la convertiría en una auténtica hechicera, como veremos.)

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Elohim es el plural de El, que significaba dios en hebreo y en otras lenguas semíticas (véase Alá recordando que en las lenguas semíticas, como árabe o hebreo, las vocales no se escriben. En acadio, Ilu). Muchos nombres de persona en todo el mundo llevan esta raíz: Elías (mi Dios es El), Rafael (medicina de El), Miguel (¿quién como El?), etc. Elohim significa, pues, “dioses”. Sin embargo, hay que hacer notar que en el Génesis las frases en que aparece siempre llevan el verbo en singular. Algo así como “Dioses dijo”, “Dioses hizo”. Y que nunca se emplea el artículo. Nunca se dice “los dioses”, sino “Dioses”, como un nombre propio. Como nosotros decimos Dios.

Israel también lleva el sufijo -el (dios). En Génesis, 32, 23 se nos cuenta cómo surgió este nombre propio:

“Aquella noche se levantó, tomó a sus dos mujeres con sus dos siervas y a sus once hijos y cruzó el vado de Yabboq. Les tomó y les hizo pasar el río, e hizo pasar también todo lo que tenía. Y habiéndose quedado Jacob solo, estuvo luchando alguien con él hasta rayar el alba. Pero viendo que no le podía, le tocó en la articulación femoral, y se dislocó el fémur de Jacob mientras luchaba con aquel. Este le dijo: ‘Suéltame, que ha rayado el alba.’ Jacob respondió: ‘No te suelto hasta que no me hayas bendecido.’ Dijo el otro: ‘¿Cuál es tu nombre?’

  - Jacob

 – En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios [El] y contra los hombres, y has podido.’ Jacob le preguntó: ‘Dime, por favor tu nombre.’  - ‘¿Para qué quieres mi nombre?’ Y le bendijo allí mismo.”

De todas las enseñanzas que podemos obtener de este episodio, en este momento importan tres: una, que El no era un nombre propio, puesto que ‘el otro’ no quiso revelar su nombre cuando Jacob se lo preguntó, pero le bautizó

como Israel (el que luchó contra el dios). Si su nombre fuese El habría estado haciendo una cosa y la contraria: negándose a decirle su nombre y revelándoselo nada menos que poniéndoselo a él. Dos, que el plural Elohim y el singular El convivían, quizá el primero como nombre propio y el segundo como nombre común. Y tres, que a ese dios – como a todos los dioses - le disgustaba mucho que nadie supiera cómo se llamaba. Recuerden el segundo mandamiento del Decálogo.

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