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HATHOR

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Otra divinidad femenina fuertemente asociada con un árbol es Hathor, con el sicomoro del Sur. Aunque muchas veces interpretan ese papel Nut o Isis. Un mito sobre el origen de Hathor -una de las diosas, probablemente, más antiguas y la más adorada de Egipto – dice que Ra envió su ojo para castigar a la humanidad, encarnado en Sehkmet, la diosa leona. Sekhmet abordó la misión con tanto empeño que pronto la convirtió en una necesidad suya, y experimentó una insaciable sed de sangre. Entonces Ra, arrepentido o porque según él no era para tanto, fabricó cerveza de color rojo para que la diosa la tomara por la sangre que tanto ansiaba. Ella la bebió sin moderación y quedó totalmente borracha. Al despertar con resaca, se le había pasado la fiebre asesina. Ra la convirtió en Hathor, la diosa del amor, de la música, de la naturaleza y el sexo.

Era la diosa-vaca, la madre nutricia. Asimilada al cielo, se creía que su hijo Horus (Apolo, dios del sol) nacía de ella cada mañana y volvía a ella cada atardecer. De hecho, su nombre significa casa de Horus. Al principio se la representaba como una vaca, luego como una mujer con cabeza de vaca – como Anubis tenía cabeza de lobo o coyote -; después como mujer con cuernos entre los que se ubicaba el disco del sol. Con el

paso del tiempo, Isis fue adquiriendo funciones suyas - como ser la madre de Horus, por ejemplo - y quedó algo eclipsada, pero nunca fue olvidada por los egipcios.

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Hathor tenía su árbol sagrado: un sicomoro – una especie de ficus que da higos – situado en el límite del desierto. Donde se acaba un mundo y empieza otro. Hathor-Nut-Isis, confundida con el propio árbol, alimentaba a los que se llegaban a él. No está claro si llegaban al sicomoro los muertos que accedían al jardín de los juncos, como Horus el sol volvía a salir después de atravesar por la noche la Duat, o si eran los muertos antes de entrar en el Inframundo o Duat. El árbol-diosa alimentaba a los viajeros.

Recuerda a todas las diosas de frontera. Desde Siduri, la tabernera que sirvió cerveza a Gilagamesh cuando este viajó al Mundo de los muertos en busca de la inmortalidad e intentó convencerlo de que se volviera a casa porque la

inmortalidad no sirve para nada, hasta Medea o Eva, que obtuvieron el fruto del árbol para dárselo al héroe pasivo y salir así de donde estaban, pasando por Ixquic – o mejor, en este caso, por la divinidad masculina Hun-Hunahpú, que fue quien se convirtió en árbol  y la “alimentó” con su saliva fecundadora -.

El mito vivió cerca de tres mil años. En ese tiempo, como es lógico, las versiones variaron. En unas la diosa está escondida entre las ramas del árbol; en otras, surge del propio tronco. En unas, da agua alimento a los viajeros; en otras, el árbol le da de mamar directamente, como la vaca Hathor daba de mamar al sol Horus.

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