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ULISES

Cuando arribaron a la tierra de los cíclopes - los que, “obedientes a los inmortales”, no siembran ni plantan ni cultivan, sino que dejan que Zeus les provea – Ulises decidió acercarse para saber si los cíclopes eran soberbios, salvajes y carentes de ley o si conocían la hospitalidad y el temor de los dioses. Pura curiosidad. Con sus doce mejores hombres se internó en las tierras y entró en la cueva de Polifemo, que se hallaba durante el día llevando a pastar su ganado. Los marineros querían llevarse el queso que encontraron allí a su nave y seguir su camino, pero Ulises prefirió – erróneamente, como luego confesaría – esperar a que volviera el cíclope por ver si conocía la ley de la hospitalidad o cómo era. Cuando regresó Polifemo, demostró que ni hospitalidad ni temor de Zeus ni nada: se comió a dos hombres para cenar. Ulises pensó entonces que podría matarlo con su espada, pero enseguida se dio cuenta de que la piedra con la que el cíclope había tapado la cueva no podrían moverla ni entre todos. Quedarían

encerrados para siempre, solo Polifemo u otro cíclope podrían moverla. Para huir, tendrían que esperar a que abriera la cueva por la mañana para sacar a pastar el rebaño. Mientras tanto, encontró una vara aún verde que tenía Polifemo preparada para hacerse un bastón y, con una rama que le arrancó, hicieron una gran lanza afilándola y poniéndola al fuego. Después, el astuto Ulises se mostró amable y le ofreció un vino excelente que llevaba consigo. Polifemo bebió lo bastante como para que fuera fácil – fácil entre cinco – hincarle el palo en el único ojo y remover hasta asegurarse de que quedaba destrozado.

Por la mañana, ya ciego, Polifemo se desayunó otros dos hombres y movió la piedra enorme para que salieran sus cabras y ovejas. No sabía que antes del amanecer Ulises y su tropa se habían atado al vientre de las ovejas y carneros y habían atado las reses de tres en tres, de manera que cada hombre fuera flanqueado por dos animales sin carga humana. Polifemo palpó cada animal, con la intención de no dejar salir más que al rebaño, pero solo por el lomo. No sospechó que por debajo podría haber algo escondido. Así escaparon de la cueva y de la muerte.

La treta de Ulises viene a ser la misma que la de Jacob al engañar a su padre. En ambos casos, la necesidad es soslayar el obstáculo que supone un hombre ciego, que solo dispone del sentido del tacto para discernir en esa ocasión, y la solución es el cubrimiento con lana de oveja o cabra. Gracias a la artimaña, Jacob asume la primogenitura de su familia y sale con la bendición de Esaú y Ulises sale de la cueva del monstruo. Los dos cambian drásticamente sus condiciones de vida.

Se han encontrado ceremonias para simular un segundo nacimiento fingiendo el parto de una persona por una vaca en la India, un segundo nacimiento que justificaría un ascenso en la jerarquía de castas – se pertenece a la casta en la cual se nace – o como rito expiatorio para perdonar una conculcación de leyes vigentes – uno se convierte en otra persona distinta de la que cometió el pecado – o cuando alguien, por una u otra razón, ha devenido impura: entonces lo mejor es volver a nacer. J. G. Frazer explica que se conocen casos en que se utiliza una vaca de oro construida ex professo para que el afectado ‘salga’ de ella con su nueva personalidad. Naturalmente, estos casos solo atañen a ricos muy ricos. Eran maharajás de la casta de los sudras que, habiendo ganado mucho dinero, se pagaban el ingreso en la de los brahmanes. Pero es perfectamente razonable suponer que el rito provenga de otro anterior efectuado con vacas reales, al alcance de casos distintos del ascenso de casta. Hay ritos en los que se hace pasar a un niño entre las patas de una vaca cuando los augurios dicen que va a cometer algún crimen o sufrir alguna desgracia (Burkert). Frazer explica así el ritual de la bendición de Jacob por Isaac: el encargado de transcribir el mito no lo entiende, porque ya está en desuso y tampoco se guarda memoria de él, y lo interpreta como una falsedad que se inventa Rebeca para cometer una estafa. Es el mismo proceso del episodio del plato de lentejas. Al haber dejado de existir el derecho de ultimogenitura, la herencia de Jacob se ve como una usurpación.

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Pero Jacob sigue siendo el héroe, no el malvado de la historia. Responde a un estándar de héroe que basa su superioridad sobre los enemigos en el ingenio más que en la fuerza o la rectitud. Es un tipo de héroe que no necesita ser éticamente correcto para serlo. Como Ulises, ‘el de los muchos trucos’.

La historia de Ulises y Polifemo, con todo lo que de trágica (los marineros devorados) y todo lo de aterradora (el encierro con el cíclope en la cueva cerrada por la gran losa) tiene, es también una historia cómica. En esta clave de humor sí sería narrativamente aceptable la confusión de Isaac entre el vello humano y el “vello-cino”. Recordemos que cuando Ulises emborracha a Polifemo, este le pregunta su nombre para asegurarle que, según su idea de la hospitalidad, será el último en ser comido, Ulises le responde que se llama Nadie y que, de este modo, cuando el cíclope pide auxilio a sus congéneres que viven en otras cuevas al ser atacado para destrozarle el ojo y le preguntan qué le pasa, él contesta:

 - ¡Amigos, Nadie me mata con engaño y no con sus propias fuerzas!

 - Pues si nadie te ataca y estás solo…  - contestaron, pensando que padecía una crisis de locura.

Si seguimos la interpretación de Frazer sobre el relato de Isaac y Jacob, podríamos aducir que en este se recupera la anécdota de un ritual conocido - pero cuya finalidad está olvidada - para incrustarlo en una historia de humor-aventuras.

Pero parece demasiado rebuscado. Tendríamos que admitir que un ritual observado en India en el siglo XIX ya estaba perdido y semiolvidado en el Israel del siglo V a.C. así como en Grecia en el VIII a.C. Y que no ha dejado otro rastro que estos dos relatos, si es que entre ellos hay una conexión que no sea la mera casualidad. O que la anécdota provenga de un cuento perdido.

Por último, mencionemos a Ninmah, la madre del valiente Ninurta en el Lugal-e o Hazañas de Ninurta (hacia 2100 a. de C.). Después de haber vencido al Assaku y haber ordenado las aguas para que desembocaran todas en el Tigris y este inundase las tierras arables, Ninurtahace nombra a su madre Ninmah “diosa de los montes” y pasa a llamarse de este modo, que en sumerio es Ninhursag. Pero antes él había pasado por delante de ella sin reconocerla. Tuvo que seguirlo hasta la montaña para obtener el reconocimiento de su propio hijo. Cuando Ninurta no la reconoció, iba vestida “con un vellón de lana, parecido a una oveja, una oveja aún no trasquilada.”

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